15/8/11

Día 1

Son las 00.59 del lunes.

Estoy sentado en la terraza del cuarto de arriba con Adriana mientras el resto de la casa sigue en silencio. Nosotros también guardamos silencio.

Yo le dedico un rato a este blog en mi iPad mientras Adriana lee una novela policiaca llamada Rex Stout de la que jamás oí hablar. Sin embargo, ella parece estar disfrutando con la lectura.


Yo estoy bastante feliz. Cada vez que vengo a Málaga a estar con los míos yo sé que lo peor de todo será volver, y no porque no sepa estar solo, sino porque en Madrid soy tan sólo una pieza de un puzzle que es gris en su totalidad.

Cumplo mi función en mi trabajo, encajo en un grupo de amigos de adopción, a los que quiero mucho, pero sigo sintiendo que yo soy un amigo circunstancial, no uno de esos amigos de años a los que simplemente se quiere porque sí.

Adoro que la gente se quiera porque sí. Siempre que pienso en esto me vuelven a la mente las discusiones de '¿por qué me quieres?' que he mantenido con mucha gente a lo largo de estos años. Te quiero porque es lo que siento, y punto; y aquí se me quiere porque se me quiere, y ya.

Jamás podré comprender a los racionalizadores de sentimientos. Es como intentar convertir la fe en ciencia. O como convertir las relaciones humanas en formulas matemáticas que ni ellos sabrían entender, y en eso se convierte mi vida al volver a la capital.

Un cúmulo de fórmulas muy exactas en las que si falto un día a trabajar me echan, si digo algo en tono incorrecto a Eloi se enfada, si no pago la tarjeta puntualmente, no tardo en recibir una amenaza judicial, y si le regalo un móvil a un amigo me dará las gracias de manera protocolaria.

No estoy diciendo que algo de lo anterior no sea normal, pero la realidad es que allí todo lo que tengo es racional, es matemático y exacto, y casi todo carece de calidez humana.

Sé que ya os hablé de este sentimiento en una ocasión, pero hoy necesitaba desahogarme un poquito.

Supongo que muchos son los cambios que tengo que hacer en el rumbo de mi vida, y de ahí que hayamos vuelto al día 1. Lo importante no es ver que las cosas están mal, sino que queden fuerzas para querer cambarlo. Al fin al cabo soy yo quien tiene que controlar mi vida y no mi vida a mí.

Y ahora, si me disculpáis seguiré disfrutando del fresquito, de observar a mi cuñada leyendo su libro, y aprovechar el idílico momento para organizar, aunque sea mentalmente, lo que espero de mi vida.

Ubicación:Málaga,España