Pues resulta que su idea de emborracharme era en realidad su idea para marearme y reírse de mí junto a sus tres amigos (José, su ex compañero de tríos, Ana, su amiga con dudoso gusto para el juego, y Lucas, el único que parecía tener un resquicio de humanidad).
Así que la salida del sábado quedó en chof, y escribo esto borracho y sin ganas de hacer otra cosa que desahogarme. Le he seguido hasta su casa a más o menos veinte metros de distancia, porque no quería hablar conmigo y a mí me dolía el bazo. Me suele pasar cuando bebo alcohol y camino 3 kilómetros. Tampoco tenía cómo volver a mi casa, así que me sentí estúpido y prisionero de mis propios sentimientos.
Llevábamos 10 minutos en la cama y aún no me había dirigido la palabra desde que salimos de casa de su amiga Ana, así que como el mundo me daba vueltas y no podía dormir, le pedí permiso para usar su ordenador... y aquí estoy.
En fin, no estoy seguro de qué hago AQUÍ escribiendo esto... así que lo dejo.
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