7/3/13

Slow it down.

A estas alturas, quien haya leído aunque sólo sea por encima este blog sabrá ya que para mí es una terapia (de las que me puedo pagar). Nunca escribo cuando estoy maravillosamente bien, pero ojo, que tampoco lo suelo hacer cuando estoy terriblemente mal.


En definitiva, suelo coger el papel virtual cuando ya he identificado que algo va mal, y cuando creo saber qué hacer para arreglarlo. Viendo por encima el número de entradas anuales en la columna de la izquierda, podemos ver que 2006 debió ser un año terrible (con 106 lamentos o vetetúasaberqués) , seguido de 2010 (79) o 2009 (73). En la misma columna podemos adivinar que 2012 fue el mejor año de todos (1 triste y solitario loquesea) y que 2008 también debió estar muy bien (13).

Creedme cuando digo que esto no es así de manera premeditada. Me encantaría escribir más cuando soy muy feliz porque siempre he visto esta página como un recuerdo que algún día, cuando sea mayor y feliz, vendré a leer sin nostalgia. Hasta ahora, como la mayoría de mis proyectos, no está teniendo nada que ver con aquella noble intención, pero como a veces ocurre, podría ser un recuerdo igualmente válido, o la inspiración para millones de niños que evitarán cometer los errores que cometí y vine a contar. Bueno vale, no. Pero si alguno de esos niños llegara aquí por error, dejadme que os de un consejo. A lo largo de vuestra larga vida (en el mejor de los casos) tendréis que tomar cientos de decisiones. A veces estaréis equivocados, y a veces acertaréis, pero nunca, y repito: NUNCA, jamás andéis con medias tintas. De apostar y ganar se aprende muchísimo, y de apostar y perder más aún, pero nada hay más vacío que la sensación de haber apostado lo mismo al negro que al rojo y haberte quedado tal cual.


Y ahora que los niños y yo hemos aprendido la lección, os cuento un poco de mi vida actual en Roma. Porque así es, vivo en Roma una vez más. Aún recuerdo cómo salí de aquí cabalgando a toda prisa por la Porta di San Sebastiano, con mis gastadas vestiduras injuriando, y a la vez perjurando que jamás volverían a verme ni a mí ni a mi corcel por estas tierras.

Pues manteniendo mi promesa estaba cuando, de repente, mi empresa decide que ya está bien, que se acabó el disfrutar de los largos días de verano, de esas amistades tan chulas, de ese loft tan molón, del tomate frito, la veloz conexión a internet, la piscina en el patio, o de esos precios tan comedidamente razonables. ¡Habrase visto semejante desfachatez!

Y así fue como nos mandaron a todos a destinos europeos varios, y como por aquel entonces aún me regía por la política de "más vale malo conocido..." (que, según he podido saber por los compañeros, fue un acierto) elegí volver a Roma. Y debo decir que gracias a la recién incorporada política de nomearrepientodetodoloquehago en esta ocasión está siendo una experiencia, en líneas generales, más satisfactoria que en la anterior. Además, dejé el corcel en España y me traje un coche, que me parecía demasiado telenovelesco volver en él.

¡Y tengo muchas cosas que contaros sobre los italianos que la anterior vez no me dio tiempo a conocer! Claro, que aquello fue prácticamente un visto y no visto... pero no lo haré hoy, que no quiero extenderme tanto como para que nadie llegue a finalizar tan amena lectura.

Y por último, y porque mis entregas no son entregas si no hay canción, quiero dedicarle ésta, que tantos y tantos buenos recuerdos me trae del pasado, a un ser querido al que, por motivos x que no estoy seguro de comprender (ni deben importarme), tengo que dejar marchar de algún modo. ¡Te quise y quiero!

0 comentarios:

Publicar un comentario