8/4/11

Día 21

Hoy fui a cenar con José, amigo y excompañero de trabajo, que actualmente convive con una turbia relación que empaña su vida, y por extensión la de todos los que le rodean.


Me angustia bastante hablar con él sobre ese tema. En parte, porque me recuerda al Yo del pasado en su constante negación de la realidad y modificación del pasado. Por si no fuera poco, escribe su futuro con trazos de esperanza y, por qué no decirlo, con bastante imaginación.

Aún sabiendo que nada de lo que le digo le llegará de verdad, puesto que está cegado por sus deseos de recuperar lo que piensa que tuvo, hago un enorme esfuerzo por hacerle notar lo que tanto me costó aprender. Esta noche no paraba de repetir lo mucho que le dolería perderlo.

"No es tuyo, sólo comparte su vida contigo"

Y lo hace por interés. No digo esto por ser cruel, sé que en su estado es difícil ver que el amor incondicional que tanto nos venden en televisión, está reservado para películas sobre barcos que se hunden o parejas que se comunican mediante una medium negra, pero creo que no pensar en lo inalcanzable es bueno para despertar.

El amor es, al menos en sus inicios, otra forma de interés. No es material; no intento confundir eso con el amor, pero es el interés más básico de todos. Nos gusta sentirnos bien al lado de alguien que se sienta bien, y para que eso ocurra es requisito indispensable que esa persona sea feliz. No que esté feliz, sino que sea feliz, o quiera serlo.

Recuerdo haber comentado alguno de los cinco años que llevo escribiendo este blog, que había dos tipos de personas, las que desprenden energía y las que consumen energía, y creo que es aplicable a todas las relaciones de la vida. Y el amor no iba a ser una excepción... si no hay cierto equilibrio se irá a la mierda.

Hay mucha gente que piensa que ser feliz por uno mismo, independientemente de la felicidad de los demás, es egoísta, pero la realidad es que no hay ninguna alternativa válida a ser feliz por uno mismo.

"No dejes tu felicidad en sus manos. Ni en las de nadie" le dije luego.

Siendo feliz contagias tu felicidad a quienes te quieren, y les acercas a tu vida. Cuando estás triste y sólo drenas energía, entristeces a quienes te rodean y, sin siquiera darte cuenta, les alejas de ti. No intento ponerme excesivamente metafísico. Lo que comento es, sobre todo, sentido común.

El amor es, en cualquier caso, una travesía complicada. Hacemos una parte del viaje con la razón, pero los sentimientos hacen un viaje paralelo cuyo volante no podemos controlar. Están relacionados pero no son equidistantes.

Siempre imagino el amor como un viaje en vespa con sidecar, solo que en lugar de estar unidas por una sólida estructura metálica, se unen por un elástico que va cediendo en flexibilidad. Así, cuando la distancia entre la moto (razón) y el sidecar (sentimientos) es demasiado grande, ¡CLAC!. Ahora tenemos una vespa en Móstoles y un sidecar en Guadalajara.

*Teoría de la Vespa y el sidecar.

Qué se le va a hacer, estamos aquí para ser felices. Ya sea llevando una flamante Vespa con su sidecar, o un triciclo con cuatro latas atadas detrás.

1 comentarios:

Tomy-kun dijo...

Uno no elige de quien se enamora. Aprendimos eso hace tiempo, y ahora parece que le toca a esa persona. Nos gusta pensar que podemos proteger o ayudar de alguna manera, pero algunos caminos sólo pueden hacerse en solitario y el de aprender estas cosas rara vez suele ser en compañía. ¿No crees?

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