18/9/09

Estoy triste

Ayer por la mañana fui al hospital. Nunca me sienta bien ir al hospital, y creo que me enfermo antes de ir porque somatizo lo horrible que son los hospitales. Echarse a un lado para dejar pasar las camillas de gente que no parece ser feliz... Los hospitales están hechos para que cuando te sientas dentro de una camilla de esas te quieras morir antes y dejes paso al siguiente. Creo que ese es otro motivo de que los techos estén con la pintura desconchada y en algunas plantas se vean los cables, porque cuando alguien está en una de esas camillas, o está muy mal o lo único que puede mirar es el techo.


Yo fui para algo que no revestía ninguna gravedad. Me gusta informarme antes de ir al hospital de lo que realmente me van a hacer porque no me suelo creer la explicación que te dan ellos antes. Según una web que acababa en .org, se trataba de un tratamiento muy simple en el que yo ingería una pastilla, me iba a mi casa y tenía unas precauciones básicas durante una semana.

Llegamos sobre las 12.10 porque Málaga es un asco y no hay nunca lugares para estacionar. Tenía cita a las 12.15 así que tampoco estaba tan mal. Me hicieron pasar a la sala de espera. Me empezó a dar mucho frío, y según quien me acompañó, la sala estaba a una temperatura adecuada.

A los 10 minutos vino un doctor muy poco simpático que me llevó a un despacho, y allí me explicó que mi tratamiento consistiría en una pequeñísima dosis de MBq I-131, que era un compuesto de yodo radioactivo que se concentraría en mi cuello, e intentaría destruir célula a célula mi glándula tiroides hasta anularla por completo. Así tampoco sonaba como una tarde en Disneylandia, pero me hicieron firmar un papel en el que aclaraba que el hospital no se hacía responsable de lo que me pudiera pasar al tomarme esa pastillita, ni aunque a los pocos días fuera yo el que miraba al techo en una de sus horribles camillas.

Me especificó que después del tratamiento tenía que hacer vida normal. Yo no sé cómo es la vida normal de los médicos nucleares, pero me dijo que hiciera vida normal siguiendo estos avisos:

- Debo evitar permanecer con personas a menos de un metro durante más de una hora, los próximos siete días.
- Debo tener un baño para mí solo, evitar ir al cine o a lugares donde vaya a permanecer en la misma sala en la que pudiera haber gente, niños, o embarazadas. (No serán gente, no sé)
- Cada vez que use el cuarto de baño deberé tirar de la cisterna 3 veces.
- Debo dormir solo, y no compartir toallas, sábanas, cubiertos, y lavar todo lo que utilice de forma separada a los demás.
- Debo dejar de amamantar si es mi periodo de lactancia.

Menuda mierda de vida normal llevan los médicos nucleares, pensé.

Me hizo volver a la sala de espera. Esperamos más de la cuenta, porque habían perdido mi pastilla. Me imaginé que sería microscópica si la habían perdido así de fácil. A los 15 minutos la encontraron, y me volvieron a llamar para entrar a la misma sala en la que me pincharon la semana pasada. <>. Me trajeron mi pastilla que no era tan pequeña como yo pensaba, ni venía en un blister muy chiquitín. Era una enorme lata de cocacola de plomo macizo, que pesaba más que la silla en la que me sentaron. Me explicaron que me la tenía que tomar destapando la capa superior del plomo, echar la pastilla que había dentro en un vaso de plástico para evitar el contacto cutáneo, tragarla sin que roce mis labios, y con el otro vaso, el de agua, bebérmela rápidamente.

Iba a destapar eso cuando me dicen

- ¡No!, danos un minuto.

Desalojaron la sala, se fueron las dos enfermeras y el técnico en noseque nuclear, y me dijo "Niño, ya puedes". Miré alrededor, ni siquiera sabía desde dónde me hablaban. Hice lo que me dijeron y cuando quise salir no sabía qué hacer con el plomo, ni los vasos, ni con mi cuerpo. Grite a nadie si me podía marchar, y de nuevo volvieron a gritar "Sí, vete por la puerta por la que has entrado ¡pero no toques nada!... y quédate junto al baño 20 minutos, orina y vete".

Salí y la sala de espera estaba llena. Me coloqué junto al cuarto de baño, y una adorable abuelita me dijo:

- No hay nadie dentro.
- No, verá, es que tengo que permanecer veinte minutos junto al baño.

Empecé a sudar. Me encontraba cada vez peor. Nadie (ojo, nadie) se quería acercar demasiado a mí. Pasaron veinte minutos, mee y me fui. Les faltó pegarme con una escoba para echarme.

Mañana a las 12.40 hará 48 horas que estoy infectado y podré salir del cuarto por periodos algo más largos, y más teniendo en cuenta que en el tiempo que llevo apestando a radioactividad he ido a mear dieciséis veces. Estoy triste y no es por el frío, ni por la radiación. Estoy triste porque hoy me di cuenta de que no puedo hacer feliz a nadie. Ni a mí mismo.

2 comentarios:

alie dijo...

mentira!
a mí sí... aunque sea a periodos cortos de tiempo :P

Pablo dijo...

Gracias, alie :)

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