14/1/10

El infierno está en Haití.

Llevo todo el día tratando de evitar la CNN. Da igual, cerrar los ojos no hará que desaparezca, y por eso quiero expresar desde aquí lo hondo que duele ver las imágenes de lo que, sin duda, es el infierno de verdad. Vamos a dejarnos de una vez de pensar que el infierno está detrás de la muerte. Está delante.

Caminar hoy por las calles de Puerto Príncipe es caminar por una inmensa morgue desoladora, con cuerpos a un lado y a otro de las resquebrajadas aceras. Cuentan que se oyen gritos de pánico y socorro desde todos los puntos de la ciudad, que en una ciudad en la que prácticamente no queda nada en pie, se hace difícil distinguir a los muertos de los dormidos, o de los malheridos.

Un cuerpo tendido poco después del terremoto que asotó Puerto Príncipe anoche.

Y es que no ha quedado nada, se han derrumbado los edificios presidenciales, el parlamento, el edificio de la ONU, hospitales infantiles, escuelas, clínicas de urgencias, y sobre todo, cientos y cientos de edificios de viviendas, centros comerciales, supermercados... el panorama no podría ser peor. La gente espera con extremidades rotas sin saber a quién deben esperar. Arden edificios en la noche, y los que quedaron vivos se reúnen entorno a hogueras improvisadas para pasar así el tiempo y esperar. Esperar a que alguien llegue a auxiliarles.

La gente busca supervivientes en las ruinas de un Hospital infantil.

No es la primera vez y no será la última que algo así ocurre en el mundo, es una imagen desoladora que, a pesar de lo dantesco, también nos deja ver la parte buena de los seres humanos, y ver cómo han partido hoy equipos de salvamento de todo el mundo, comida, y ayuda humanitaria de todo tipo me hace sentir un poco menos de vergüenza de ser humano.

El equipo británico de búsqueda y rescate se prepara para salir de Gatwick.

Hoy no hay canción. Mis mejores deseos para todos los que han partido a Haití a aportar su granito de arena. Para los que están allí... no tengo palabras.

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